Quedamos, fue nuestra primera y última cita. Pensión barata, colcha anticuada, moqueta y gotelé en las paredes; no era el lugar que había imaginado. La bombilla pelada titilaba, asustada, ambas, la bombilla y yo.
Me miraste a los ojos con la mayor de tus sonrisas, totalmente trasparente.
Tú, ajeno a todo el caos que nos rodeaba, únicamente centrado en mí, admirándome como un pirata a la subida de la marea, ansioso por abandonar la orilla.
Poco a poco nos sumergimos en una espiral de caricias y quejidos, dos dementes inexpertos guiados por impulsos de la piel.
Tu respiración marcaba el ritmo de nuestro vals improvisado.
El arrebato dio paso a delirios en el momento en el que la imprudencia decidió cobrar su parte.
La 319 fue testigo de nuestro deseo y también de nuestro fruto, dos insensatos enamorados que pasaron a ser tres.