Habitación 319

Quedamos, fue nuestra primera y última cita. Pensión barata, colcha anticuada, moqueta y gotelé en las paredes; no era el lugar que había imaginado. La bombilla pelada titilaba, asustada, ambas, la bombilla y yo. 

Me miraste a los ojos con la mayor de tus sonrisas, totalmente trasparente. 

Tú, ajeno a todo el caos que nos rodeaba, únicamente centrado en mí, admirándome como un pirata a la subida de la marea, ansioso por abandonar la orilla. 

Poco a poco nos sumergimos en una espiral de caricias y quejidos, dos dementes inexpertos guiados por impulsos de la piel. 

Tu respiración marcaba el ritmo de nuestro vals improvisado. 

El arrebato dio paso a delirios en el momento en el que la imprudencia decidió cobrar su parte. 

La 319 fue testigo de nuestro deseo y también de nuestro fruto, dos insensatos enamorados que pasaron a ser tres.

Lo malo del después son los despojos que embalsaman los pájaros del sueño, los teléfonos que hablan con los ojos, el sístole sin diástole ni dueño.

Desolación 

Las agujas del reloj marcan el tempo, permanente, acompasado, inamovible. Miro al vacío recostada mientras recoges tus pertenencias de los estantes, el jarrón de Murano, tú colección de Allan Poe, la escultura del mercado medieval, los marcos… Titubeas, fijamente pasas tu vista por cada uno de ellos, testimonios de la loca aventura en la que embarcamos, la misma que acabó en naufragio. 

Tu mano tiembla, acaricias el cristal; siento un nudo en mi garganta y contengo un sollozo. No hay vuelta atrás.

Decides dejarles en su posición inicial, tu deseo es volver a empezar pero te falta valor para rasgar el papel y así alejar finalmente esa utopía.

Me diriges una mirada, tu misión ha finalizado y ya nada te ata a ese lugar que un día llamaste hogar. Distingo en tus ojos el miedo de dejar atrás, cerrar etapas. No hay vuelta atrás me repito. 

Con la última caja de cartón en las manos te diriges al recibidor donde aguardas mi despedida. 

No me siento capaz de presenciar como traspasas el marco de la puerta diciendo adiós por última vez, pero la necesidad de aprovechar los momentos finales puede conmigo. 

Nos acercamos, nuestras miradas se cruzan, desolación.

Adiós, te espero, no vuelvas.

Sólo cuando no me ves, si no me ves, encuentro el valor de mirarte.

Lluvia de sal

Noto como mi cuerpo se moja más y más cada segundo que pasa. No es importante, nada lo es realmente. Las gotas recorren mi rostro, dispersas, ajenas a este caos que cristaliza.

El banco sobre el que me siento cruje, la humedad empieza a hacer estragos en su barnizada madera, bonita metáfora. Su exterior apenas muestra un leve desgaste en sus decolorados pliegues, pese a soportar continuos estragos y hallarse profundamente carcomido. 

La lluvia no cesa, tampoco mi intención de permanecer aquí, sentada, en el mismo lugar en el que te vi reír y llorar, donde declaraste tu amor incondicional, donde mi corazón encontró un compañero de viaje, donde la primavera duró un segundo.

Y sigo congelándome de frío, esperando que vuelvas sin saber cómo actuaría, sabiendo que me sobran motivos para huir. Pese a todo una parte de mí necesita de este peculiar rincón de parque, beber de todos los sentimientos que aquí hallaron su detonante. Quizás el agua se lleve el veneno de aquellos besos.

Tu boca es un milagro de la humedad.

Casi

Casi, un todo que se queda en nada. Como todos aquellos planes que pasaron a ser pretéritos imperfectos en mi memoria. Juntos volábamos tan alto que no conseguíamos ver el suelo, recorríamos Europa sin equipaje, el amanecer nos sorprendía despiertos, reíamos en azoteas, compartíamos versos de Sabina, casi… 

Todo se transformó en ilusiones, planes de dos soñadores enamorados que se protegían de la realidad, hasta que esta finalmente truncó sus metas. La lluvia se convirtió en tormenta, apagando la llama que nos atrajo magnéticamente. Casi… 

Estuvimos tan cerca de conseguirlo, de hacer historia, de poder decir que por fin nos habíamos encontrado. Casi, un todo que se quedó en nada.

Y se juega la vida siempre en causas perdidas

15 de Febrero

Lunes, un lunes cualquiera, ningún indicio muestra lo contrario. Sin embargo algo me intriga, una duda existencial perturba mi sueño; ¿qué ha sido de todas aquellas declaraciones, esas cartas perfumadas, botellas de champán, cajas de bombones regaladas ayer? ¿Dónde han ido a parar esos versos, confesiones, cenas a la luz de las velas, masajes y ramos de rosas? Hoy no existen, el viento se los ha llevado. 

Vivimos tan ciegos que nos dejamos guiar sin saber a dónde, nuestros actos están condicionados por los dictados de otros. Me niego a seguir a la masa, a involucrarme en esa espiral de mentiras en la que estamos condenados a vivir.

Reclamamos libertad, pero una vez que la obtenemos no sabemos qué hacer con ella, nos sentimos perdidos sin nadie que nos encauce.

Besa, ríe, llora, salta, escribe, abraza, crea, acaricia, grita cuando tu instinto te lo pida. Actúa por impulsos, haz lo que te exija el alma, sal del camino, vive, sueña, vive tus sueños. 

La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador. Oscar Wilde.

Caroline

Suena Caroline Says II de Lou Reed, recostada en la cama evoco todos los momentos que aquí vivimos, tumbados, abrazados, lejos del frío, del hielo de nuestra alma. Hermosa fusión.La soledad se esfumaba incluso más rápido que los minutos a tu lado, protegida del ruido jugando a ser dos extraños, sin advertir que por una vez teníamos enfrente a alguien que nos entendía tan sólo con mirarnos a los ojos. Recuerdo ver tus pupilas dilatadas mientras me leías el alma, punto por punto, lunar a lunar, consiguiendo erizar hasta el más profundo de mis rincones. 

Solías escribir tus iniciales en mi espalda mientras citabas Rimas de Bécquer: 

Sabe, si alguna vez tus labios rojos

Quema invisible atmósfera abrasada, 

Que el alma que hablar puede con los ojos

También puede besar con la mirada.



 Y un día los copos de nieve dejaron de posarse en los cristales del tragaluz, el Invierno acabó y se marchó llevándote consigo; y aunque sé que no volverás, aún hoy espero en nuestro escondite, acompañada de todos los miedos que compartimos, tratando de averiguar por qué a Caroline le llamaban Alaska.

But she’s not afraid to die all her friends call her «Alaska». When she takes speed, they laugh and ask her «What is in her mind, what is in her mind»

Existo, ¿existo?

Pienso luego existo, o eso es lo que me dicen. La verdad, no sé en qué pensar. Deambulo en busca de un motivo que me obligue, que me empuje a seguir adelante, algún naufrago que llegue a esta isla desierta en medio de un océano de aguas frías, alguien que escuche mis gritos de auxilio, que evite el que esté sola rodeada de gente. Me ahoga la sensación crónica de vacío, el miedo al ruido, los pinchazos al verte, la horrible situación de no saber cuándo acabará todo esto, de no saber si acabará. Pienso luego existo, existo en un mundo paralelo, aislada sin nadie que tenga la intención de tenderme su mano, de salvarme, de juntar todos los trozos que un día fui.  

Dime si no es para volverse loco, ¿no te sientes más pequeño?

 

Echarte

 Echarte, sacarte de mi cabeza de una vez por todas, empezar a cicatrizar cada una de las heridas que causaste en tu corta estancia. Echarte de todos los planes que hiciste en los que pintabas un futuro juntos, echarte del asiento de copiloto desde el que recorrimos Madrid, echarte de mi canción favorita, echarte de los lunares de mi espalda que recorrías con tu dedo, echarte de cada pensamiento en el que cuál huésped entrometido te cuelas, echarte de aquellas tardes de domingo paseando sin rumbo fijo, echarte de mis suspiros inconscientes.
Echarte. Echarte la culpa. Echarte de menos.

Se fue a otras ciudades convencido de que a tus islas le estaba prohibido volver

 

Frío

Frío. Esa sensación constante de sentirte en lo alto de un iceberg, aislado del resto pero con las mejores vistas de la inminente colisión. El presentimiento inconsciente del golpe que se aproxima, desconoces el momento exacto pero puedes sentirlo, eres capaz de notar esa rotura interior que acaba con lo que queda de ti, lo poco que queda de ti. Frío otra vez, un calambre recorre tu espalda para avisarte, el siguiente asalto está cerca. Alzas la cabeza como último reflejo de un orgullo tiempo atrás perdido, poco importa eso ya, tú único deseo es seguir en pie después del impacto. Dudas, un escalofrío final inunda cada ángulo de tu cuerpo; ya está aquí.  

Maldita nieve de este largo Enero, nos cubre el hielo de un silencio aterrador